El canon del Nuevo Testamento (¿quién lo estableció? ¿fue el Espíritu Santo?)

manuscript

Los testigos de Jehová dicen ser los únicos cristianos verdaderos que han renacido después de que en el siglo II el cristianismo se volvió apóstata:

«Aunque los cristianos del siglo I disfrutaban de múltiples bendiciones espirituales, la adoración verdadera terminaría corrompiéndose y desapareciendo, tal como predijeron Jesús y los apóstoles (Mateo 13:24-30; Hechos 20:29, 30). Tras la era apostólica surgió la cristiandad, cuyos clérigos asimilaron doctrinas y prácticas paganas e hicieron casi imposible que los feligreses se acercaran a Dios, a quien presentaron como una Trinidad misteriosa.»(Acerquémonos a Jehová, cap. 8, párrafo 9)

No obstante, quienes conservaron los manuscrios que hoy son la base de la Biblia fueron esos que ahora los testigos de Jehová llaman de «cristiandad», un término que para ellos significa falsos cristianos. Los líderes de los  testigos de Jehová afirman que el cristianismo verdadero que se perdió a comienzos del siglo II, renació a comienzos del siglo XX, cuando según esta secta, Jesús, de manera invisible, los habría escogido a ellos  como su «esclavo fiel y discreto» (Mateo 24:45) en el año 1919:

Como ya aprendimos, en ese entonces había muchos grupos que afirmaban ser cristianos. ¿De entre cuál de ellos seleccionaría y nombraría Jesús al esclavo fiel? La pregunta se respondió una vez que él y su Padre vinieron a inspeccionar el templo —el sistema de adoración que Dios ha establecido—, lo que tuvo lugar desde 1914 hasta principios de 1919 (Mal. 3:1).* ¡Cuánto se alegraron al ver a un pequeño grupo de leales Estudiantes de la Biblia que demostraban un profundo amor por Jehová y su Palabra! Por supuesto, necesitaban pulirse en algunos aspectos, pero humildemente se dejaron moldear durante un breve período de prueba y limpieza (Mal. 3:2-4). Aquellos fieles Estudiantes de la Biblia eran auténtico trigo. En 1919, año en que experimentaron un resurgimiento espiritual, Jesús seleccionó de entre ellos algunos hermanos ungidos capacitados para que compusieran el esclavo fiel y discreto y los nombró sobre sus domésticos. (La Atalaya, 15 de Julio del 2013, «¿Quién es el esclavo fiel y discreto?»,párrafo 12)

Por lo tanto los testigos de Jehová rechazan las tradiciones y enseñanzas de los llamados Padres de la Iglesia, que fueron escritores cristianos de los primeros siglos del cristianismo:

Tras este breve examen del contexto histórico de los Padres de la Iglesia, así como del origen de sus enseñanzas, es pertinente preguntar: ¿Debería el cristiano sincero basar su fe en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia? Veamos qué contesta la Biblia. En primer lugar, Jesucristo mismo prohibió el uso del título religioso “Padre” al decir: “No llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial” (Mateo 23:9). Utilizar este término para designar a una figura religiosa no es una práctica cristiana ni bíblica. La Palabra de Dios, la Biblia, se terminó hacia el año 98 con los escritos del apóstol Juan. Por tanto, los cristianos verdaderos no han de acudir a otros seres humanos en busca de una revelación inspirada. Procuran no ‘invalidar la palabra de Dios’ por seguir tradiciones humanas. Es mortífero en sentido espiritual permitir que las tradiciones del hombre ocupen el lugar de la Palabra de Dios. “Si un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo”, advirtió Jesús (Mateo 15:6, 14). ¿Necesitan los cristianos alguna otra revelación aparte de los dichos de Dios que contiene la Biblia? No. El libro de Revelación (Apocalipsis) previene contra añadir algo al relato inspirado: “Si alguien hace una añadidura a estas cosas, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este rollo” (Revelación 22:18). (La Atalaya, 15 de Abril de 2001, «¿Fueron los Padres de la Iglesia defensores de la verdad bíblica?»)

Con esta cita tomada de la revista principal que publican los testigos de Jehová, nos queda claro que para ellos sólo basta la Biblia, y no se necesita la tradición, ni alguna enseñanza que se desarrolló a través de los llamados «Padres de la Iglesia». Sin embargo, si toda la información que se requiere para estudiar la Biblia estuviera contenida en la Biblia misma, ¿por qué los testigos citan a estos «Padres de la Iglesia» ?. Algo que debemos tomar en cuenta, es que los cristianos del siglo I no dejaron una lista de los libros que componían el Nuevo Testamento. La Biblia no existía como un libro único, sino que se utilizaban diferentes libros separados. Tampoco los libros que actualmente se consideran como parte del Nuevo Testamento nos dan alguna información para determinar cuáles son las obras que debían ser incluídas en el canon. La palabra canon deriva del nombre griego κανών «kanon», que significa «caña» o «vara», o también «norma» o «medida», que a su vez se deriva de la palabra hebrea קנה «kaneh» que se utiliza a menudo como un estándar de medición. Después pasó a significar «la norma recta» o correcta y la lista de los documentos o conceptos que conforman dicha norma para los libros que debían ser incluídos como inspirados por Dios. Quienes decidieron qué libros debían ser incluídos en el Nuevo Testamento fueron las autoridades de la Iglesia. Esto implica que no nos queda otra alternativa que confiar en la tradición de los Padres de la Iglesia.

Por ejemplo, en el Evangelio de Mateo, el autor no dice que fue Mateo quien lo escribió. Es la tradición de la Iglesia la que afirma que Mateo, uno de los Doce discípulos de Jesús, fue quien compuso el primer evangelio. Los testigos de Jehová creen esto, y paradójicamente necesitan citar a los cristianos que ellos consideran «apóstatas» y creadores de «tradiciones humanas» para sustentarlo:

los Padres de la Iglesia igualmente corroboran que el primer Evangelio fue el de Mateo. Uno de ellos, Orígenes —quien vivió en el siglo III—, afirmó: “El primero que se escribió fue el Evangelio de Mateo, quien fue algún tiempo recaudador y después apóstol de Jesucristo, y que lo compuso en lengua hebrea y lo publicó para los fieles procedentes del judaísmo”. (La Atalaya del 1 de Octubre del 2008, ¿Se puede confiar en los Evangelios?)

Si la Bibia fuera suficiente para determinar la autoría de sus libros, no habría necesidad de citar fuentes externas para corroborarlo. Y es lógico que los testigos de Jehová tengan que citar a los Padres de la Iglesia, porque como organización, vivieron 19 siglos después de la composición de los Evangelios. La única información que ellos disponen para creer que fue Mateo quien escribió la obra que se le atribuye, es la que viene de la tradición de los primeros siglos del cristianismo. Y es importante insistir en que los libros que componen el Nuevo Testamento no se compilaron en un solo volumen inmediatamente después que «se terminó hacia el año 98 con los escritos del apóstol Juan», sino mucho después.

Leamos cómo argumentan los testigos de Jehová el cómo se compilaron los 27 libros que se consideran los únicos «canonicos» del Nuevo Testamento:

Hay pruebas documentales extrabíblicas de que ya entre los años 90 y 100 E.C. se habían recopilado, como mínimo, diez de las cartas de Pablo. Se puede asegurar que los discípulos de Jesús empezaron a compilar los escritos cristianos inspirados desde fechas tempranas. Leemos que ‘la literatura cristiana de finales del siglo I y del siglo II atestigua que se atribuía a los escritos de los apóstoles una autoridad divina. Clemente Romano afirma que Pablo, divinamente inspirado, escribió a los corintios. Los escritos de Ignacio Mártir y Policarpo están llenos de citas y alusiones tomadas de los evangelios y de las epístolas paulinas, lo cual indica la gran veneración y reverencia que tenían de estos escritos. Desde un principio los escritos apostólicos fueron coleccionados para leerlos públicamente’……Para fines del segundo siglo no había ninguna duda de que se había completado el canon de las Escrituras Griegas Cristianas, y personajes como Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano reconocieron que los libros de las Escrituras Griegas Cristianas tenían la misma autoridad que las Escrituras Hebreas. Cuando citó de las Escrituras, Ireneo recurrió no menos de doscientas veces a las cartas de Pablo…….En ocasiones se ha cuestionado la canonicidad de algunos de los libros cortos, como Santiago, Judas, segunda y tercera de Juan y segunda de Pedro, sobre la base de que los escritores primitivos no hicieron muchas citas de ellos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todos juntos componen solo una treintaiseisava parte de las Escrituras Griegas Cristianas, así que tenían menos probabilidad de que se les citara. A este respecto debe notarse que para Ireneo en segunda de Pedro se encuentran las mismas pruebas de canonicidad que en el resto de las Escrituras Griegas. Lo mismo es cierto de segunda de Juan. (The Ante-Nicene Fathers, vol. 1, págs. 551, 557, 341, 443, “Ireneo contra las herejías”.) Algunos también han rechazado Revelación, pero muchos comentaristas primitivos, como Papias, Justino Mártir, Melitón e Ireneo, reconocen este libro como inspirado. (Perspicacia, volumen 1, canon, páginas 416-420)

Note que esta Enciclopedia de los Testigos de Jehová ha tenido que citar a los Padres de la Iglesia del siglo II para validar como canónicos, los 27 libros que actualmente tiene el Nuevo Testamento. Por ejemplo, se menciona que Ireneo citó mucho de las cartas de Pablo, y esto reforzaría la creencia en la autenticidad de éstas. No obstante, ésta Enciclopedia de los testigos de Jehová omite mencionar que Ireneo, quien escribió por el año 180 dC., citó tamién otros escritos cristianos, fuera de los que ahora se consideran canónicos, y los estimó como si tuvieran la misma autoridad. Por ejemplo, Ireneo, citó la Primera Carta de Clemente a los Corintios, y consideró como «Escritura» a la obra «El Pastor Hermas». Esto significa que Ireneo estimaba como «Escritura Sagrada» más libros de los que ahora forman parte del  Nuevo Testamento. Un canon algo  diferente se ha encontrado en un fragmento llamado «fragmento de Muratoriano» o «fragmento de Muratori», que es un documento datado para el año 170 d.C., por lo tanto, es contemporáneo a los escritos de Ireneo. El fragmento contiene la lista más antigua conocida de libros considerados canónicos del Nuevo Testamento. En la lista figuran los nombres de los libros que el autor de este fragmento consideraba como inspirados o canónicos. Leamos una porción del fragmento de Muratori:

El Apocalipsis de Juan también recibimos, y el de Pedro, el cual algunos de los nuestros no permiten ser leído en la iglesia. Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma; por lo tanto sí puede ser leído, pero no puede ser dado a la gente en la iglesia, ni entre los profetas, ya que su número es completo, ni entre los apóstoles al final de los tiempos.

Note que el autor de este fragmento dice «recibimos», lo que significa que su iglesia aceptaba el Apocalipsis de Juan y el  de Pedro. Sin embargo, el Apocalipsis de Pedro es una obra que actualmente todas las denominaciones cristianas rechazan, porque la consideran apócrifa (no escrita por Pedro), tal como  algunos ya en el siglo II pensaban. Vemos también, que a diferencia de Ireneo, el autor del fragmento muratoriano no considera «El Pastor Hermas» como una obra autoritativa. Éstas diferencias de opinión en cuanto a la canonicidad de tal o cual libro del Nuevo Testamento muestran que no existía un canon bíblico uniforme para todas las iglesias cristianas. Entonces, no es verdad a fines del siglo II se llegó a una unanimidad. La Enciclopedia Católica lo admite:

La idea de que existió un Canon del Nuevo Testamento claramente definido desde el principio, desde los tiempos apostólicos, no tiene fundamento histórico. El Canon del Nuevo Testamento, como el del Antiguo, es el resultado de un desarrollo, un proceso inmediatamente estimulado por las disputas de los que dudaban, dentro y fuera de la Iglesia, y retardado por ciertos puntos oscuros, las dudas naturales, y que no llegó a su estado final hasta la definición dogmática del Concilio de Trento. (Enciclopedia Católica, Canon del Nuevo Testamento)

Por lo tanto, los testigos de Jehová le deben a las Iglesias Ortodoxas, tal como a la Católica Romana, el canon del Nuevo Testamento que ellos tienen en sus biblias, ya que no fue la Sociedad Watchtower, de la que se apoyan los testigos de Jehová, la que decidió el criterio para compilar los 27 libros actuales. Por eso, los testigos de Jehová recurren a otro argumento para evitar depender mucho de los «Padres de la Iglesia»:

No obstante, la verdadera prueba de la canonicidad de cierto libro no es el número de veces que se citó de él ni qué escritores no apostólicos lo hicieron. Su mismo contenido debe dar prueba de que es producto del espíritu santo. Por consiguiente, no puede contener supersticiones ni demonismo, ni puede animar a la adoración de criaturas. Debe estar en total armonía y completa unidad con el resto de la Biblia, apoyando así su paternidad literaria divina. (Perspicacia, volumen 1, canon, páginas 416-420)

Si «el contenido» y la «armonía» con otros libros bíblicos fuera  la verdadera prueba de canonicidad, tendríamos que eliminar casi todos los libros del Nuevo Testamento. Podemos usar el Evangelio de Mateo como un ejemplo de que no solo no fue escrito por Mateo, como la tradición dice, sino que su origen es dudoso. Para comenzar vamos a citar lo que la Enciclopedia de los Testigos de Jehová dice sobre el Evangelio de Mateo:

Algunas notas que aparecen al final del evangelio de Mateo en numerosos manuscritos (todos posteriores al siglo X E.C.) dicen que el relato se escribió alrededor del año octavo después de la ascensión de Cristo (c. 41 E.C.), lo que concuerda con su contenido. El que no se haga ninguna referencia al cumplimiento de la profecía de Jesús con respecto a la destrucción de Jerusalén indicaría que se escribió antes de 70 E.C. (Mt 5:35; 24:16.) Por otra parte, la expresión “hasta el día de hoy” (27:8; 28:15) denota un lapso de tiempo entre los acontecimientos considerados y el tiempo de su escritura.(Perspicacia, volumen 2, «Mateo, Las buenas nuevas según», páginas 340-342)

Es cierto que el Evangelio de Mateo no menciona la destrucción de Jerusalén que sucedió el año 70 d.C., no obstante, el hecho de que en Mateo 28:19 Jesús mencione antes de ir al cielo, que «hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo», delata que tuvo que haber sido escrito después del libro de Hechos. ¿Por qué? Porque el libro de Hechos relata que el bautismo para los gentiles (personas no judías o también llamadas «gente de las naciones») no fue aceptado inicialmente por la Iglesia primitiva. Esto significa que Jesús no ordenó a sus discípulos a bautizar a la gente de todas las naciones. De lo contrario, este hecho no habría generado controversia. Además, el libro de Hechos cuenta que el bautismo era realizado «en el nombre de Jesucristo», y no se menciona en ningún lugar la fórmula trinitaria bautismal que aparece en Mateo 28:19. Entonces, dado que el libro de Hechos fue escrito después del Evangelio de Lucas, cuyo autor afirma haber también escrito el libro de Hechos después de éste (Hechos 1:1), y considerando que el Evangelio de Lucas sí menciona la destrucción de Jerusalén del año 70 (Lucas 21:20), concluimos en que la forma final del Evangelio de Mateo que tenemos, tuvo que haber sido compuesta después del año 70 d.C.

A continuación mostraremos cómo los testigos de Jehová argumentan que el orginal del Evangelio de Mateo fue escrito en Hebreo:

Las pruebas externas de que en un principio Mateo escribió este evangelio en hebreo se remontan hasta Papías de Hierápolis, del siglo II E.C. Eusebio citó la declaración de Papías: “Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea”. (Historia Eclesiástica, III, XXXIX, 16.) A principios del siglo III, Orígenes se refirió al relato de Mateo, y hablando de los cuatro evangelios, dijo, según cita de Eusebio: “El primero que se escribió fue el Evangelio de Mateo, quien fue algún tiempo recaudador y después apóstol de Jesucristo, y que lo compuso en lengua hebrea y lo publicó para los fieles procedentes del judaísmo”. (Historia Eclesiástica, VI, XXV, 3-6.) El erudito Jerónimo (siglos IV y V E.C.) escribió en su obra De viris inlustribus (Sobre los hombres ilustres), capítulo III, que Mateo “compuso un Evangelio de Cristo en Judea en el idioma y caracteres hebreos, para provecho de los de la circuncisión que habían creído […]. Además, el hebreo mismo se conserva hasta este día en la biblioteca de Cesarea que el mártir Pánfilo reunió con tanta diligencia”. (Texto latino de la edición de E. C. Richardson, publicado en la serie “Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur”, Leipzig, 1896, vol. 14, págs. 8, 9.) Se ha apuntado la posibilidad de que Mateo tradujese al griego koiné o común su propio relato, después de haberlo escrito primeramente en hebreo. (Perspicacia, volumen 2, «Mateo, Las buenas nuevas según», páginas 340-342)

No obstante los testigos de Jehová no muestran todas las palabras de Papías. Papías dijo:

“Mateo reunió en lengua Hebrea los dichos (Logia) y cada cual lo tadujo (hermeneuese) como pudo.” (Papías, Explicación de los Dichos del Señor, citado en:Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III, 39, 16.)

Note que según Papías, Mateo escribió una obra en lengua Hebrea, pero cada uno la tradujo como pudo. Actualmente nadie  conoce esta obra en Hebreo porque se perdió. Solo tenemos una versión en Griego que se le adjudica a Mateo. Si cada uno la tradujo como pudo, no podemos confiar que las traducciones fuesen fieles al original. De hecho, esta obra era conocida por San Jerónimo, un cristiano erudito que escribió a principios del siglo V (citado anteriormente), y vamos a leer lo que Jerónimo escribió al respecto en diferentes lugares de sus obras:

En el evangelio usado por nazarenos y ebionitas (que recientemente hemos traducido del hebreo al griego y que la mayoría llaman el auténtico de San Mateo), este hombre que tiene la mano seca, se dice ser un albañil, y se le describe pidiendo socorro con estas exclamaciones: Era albañil y me ganaba elsustento con mis manos; te ruego ¡oh Jesús!, que me devuelvas la salud para no verme obligado a mendigar vergonzosamente mi sustento. (Comm. I in Mt. 12,13)

En el Evangelio según los Hebreos, que fue escrito en lengua caldea y siríaca, mas con caracteres hebreos, del que se sirven hasta hoy los nazarenos, según los apóstoles, o, como prefiere la mayor parte, según San Mateo, conservado en la bibliotea de Cesárea, se cuenta esta historia: He aquí que la madre del Señor y sus hermanos le decían: Juan el bautista bautiza en remisión de los pecados; vayamos (también nosotros) y seamos bautizados por Él. Mas Él les dijo: ¿Qué pecados he cometido yo para que tenga que ir y ser bautizado? De no ser que esto que acabo de decir sea una ignorancia mía. (Contra Pelag. III 2)

Y en el mismo libro [Evangelio según los Hebreos]: Si pecare, dice, tu hermano de palabra y te diere satisfacción, recíbele siete veces al día. Díjole Simón, su discípulo: ¿Siete veces al día? Respondió el Señor y le dijo: Te digo que sí, y aun setenta veces siete. Puesto que aun en los mismos profetas, después de haber sido ungidos por el Espíritu Santo, se han encontrado faltas. (Contra Pelag. III 2)

Ignacio … escribió … a los de Esmirna y a Policarpo en particular. En esta carta se aduce un testimonio acerca de la persona de Cristo, sacado del evangelio recientemente traducido por mí, en estos términos: Yo a mi vez pude verle e su propia carne después de la resurrección, y estoy convencido de que vive. Y cuando se dirigió a Pedro y a los que con él estaban, les dijo: Palpad y ved que no soy un fantasma sin cuerpo. Y al momento le tocaron y creyeron. (De viris ill. 16)

Aun el texto mismo hebreo se conserva hasta hoy en la biblioteca de Cesarea, que el mártir Pánfilo formó con muchísimo empeño. También a mí, los nazarenos que viven en Berea (Alepo), ciudad de Siria, y que se sirven de este libro, me proporcionaron ocasión de copiarlo. En el cual es de notar que, siempre que el evangelista, ya por cuenta propia, ya poniéndolo en boca del Salvador, aduce testimonios del Antiguo Testamento, no sigue la interpretación de los 70, sino la antigua hebraica. Entre los cuales están aquellos dos: De Egipto llamé a mi Hijo y será llamado Nazareno. (De viris ill. 3)

En Belén de Judea: Es éste un error de los copistas, pues creemos que el evangelista dijo, como leemos en el texto hebreo, de Judá, y no de Judea. (Comm. I in Mt. 2,5)

Podemos  ver, por lo citado por Jerónimo,  que la versión hebrea de Mateo presenta significativas diferencias respecto  a la versión griega que conocemos. Es extraño que la mayoría en el siglo V haya considerado como el «auténtico» Evangelio de San Mateo a un documento en Hebreo que difería de la versión griega actual. Lo sorprendente es que los testigos de Jehová aseguren que la versión Hebrea que conocía Jerónimo era la original. Pero ellos no perciben que con esta afirmación ellos están admitiendo implícitamente que la versión de Mateo que tenemos es adulterada. Sin embargo, los testigos de Jehová necesitan este argumento porque esto les sirve para justificar su creencia de que el nombre divino YHWH (tetragrámaton) aparecía en esta versión de Mateo. Leamos lo que dice su Biblia con referencias :

Hay prueba de que los discípulos de Jesús usaron el Tetragrámaton en sus escritos. En la obra De viris inlustribus [Acerca de hombres ilustres], capítulo III, Jerónimo, en el siglo IV, escribió lo siguiente: “Mateo, quien es también Leví, y quien de publicano llegó a ser apóstol, compuso en primer lugar un Evangelio de Cristo en Judea en el lenguaje y caracteres hebreos para beneficio de los de la circuncisión que habían creído. No está suficientemente comprobado quién lo tradujo después de eso al griego. Además, el hebreo mismo se conserva hasta este día en la biblioteca de Cesarea, tan diligentemente formada por el mártir Pánfilo. Los nazarenos que usan este volumen en la ciudad siríaca de Berea también me permitieron copiarlo”. (Traducción del texto latino preparado por E. C. Richardson y publicado en la serie “Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur”, tomo 14, Leipzig, 1896, pp. 8, 9.)…..Mateo hizo más de cien citas de las Escrituras Hebreas inspiradas. Donde estas citas incluían el nombre divino él se habría visto obligado a incluir fielmente el Tetragrámaton en su relato del Evangelio en hebreo. Cuando el Evangelio de Mateo fue traducido al griego, el Tetragrámaton se dejó sin traducir en el texto griego, según la práctica de aquel tiempo. (Traducción del Nuevo Mundo con referencias, Apéndice 1D, El nombre divino en las Escrituras Griegas Cristianas, páginas 1563-1565)

Lo cierto es que ni siquiera conocemos la versión hebrea perdida de Mateo, entonces, no se puede afirmar que el nombre divino YHWH (el tetragrámaton) estaba presente  en esta obra, y mucho menos que la versión griega es una traducción que eliminó el tetragrámaton. Actualmente, la mayoría de los eruditos concuerda que la versión griega de Mateo que tenemos, no es una traducción, sino una obra original compuesta en griego. Por supuesto, esto no descarta que se haya basado en la obra escrita en Hebreo.

Ignacio de Antioquía, un cristiano cercano a la era apostólica, que murió como martir en la primera década del siglo II, citó la versión de Mateo que la mayoría creía que era el original en hebreo. Probablemente, la versión griega que hemos heredado del Evangelio de Mateo, no se había difundido o aceptado totalmente a inicios del siglo II. Todo esto muestra lo dudoso del origen de este Evangelio. A pesar de esto, los testigos de Jehová afirman ingenuamente que la versión griega que tenemos es la auténtica de Mateo, contradiciéndose una vez más.

En una crítica contra los Padres Apostólicos, aquellos que fueron más cercanos a la era apostólica, los testigos de Jehová exponen lo siguiente:

Algunos Padres Apostólicos reconocían como inspiradas por Dios ciertas obras que no formaban parte del canon bíblico…..En el siglo II, los evangelios apócrifos divulgaron relatos falsos sobre la vida de Jesús, pasajes que muchas veces los Padres Apostólicos consideraron legítimos. Ignacio de Antioquía, por su parte, citó de la obra espuria llamada el Evangelio según los Hebreos. Respecto a Clemente de Roma, una fuente comenta: “El conocimiento que tiene de Jesús no parece provenir de los Evangelios, sino de documentos no canónicos”. (La Atalaya, 1 de Julio del 2007, «Los Padres Apostólicos: ¿verdaderos sucesores de los apóstoles?» )

Estas acusaciones son ridículas, porque es absurdo aplicar el concepto de «canon bíblico» a una época donde no se había definido un canon. Además, admitiendo la hipótesis que afirma que el Evangelio según los Hebreos fue la versión original de Mateo, Ignacio símplemente estaría confirmando que él creía en su autenticidad al haberla citado. Probablemente todavía no había sido difundida ámpliamente la versión griega que actualmente conocemos. ¿Acaso los Testigos de Jehová no han leído que Jerónimo dice que el Evangelio según los Hebreos es la obra que la mayoría consideraba ser el Evangelio de Mateo original? Así, los testigos de Jehová se posicionan en contra su propia teoría al criticar a Ignacio de Antioquía.

Pero los testigos de Jehová podrían argumentar que la versión hebrea fue adulterada desde sus inicios y que el texto en griego que tenemos se mantuvo fiel al original. Sin embargo, sabemos que es muy poco probable que el siguiente texto, que alude al embarazo virginal de María, haya sido escrito en Hebreo:

22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: 23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. (Mateo 1:22-23)

Aquí la versión griega que conocemos del Evangelio de Mateo, citó una traducción al griego de Isaías 7:14, La Septuaginta, que data del siglo III a.C. Todos sabemos que Isaías fue escrito originalmente en Hebreo, y tenemos manuscritos que lo prueban. La Septuaginta es la traducción de la Biblia Hebraica a la lengua Griega. En Isaías 7:14, la Septuaginta tradujo la palabra hebrea «almah» (doncella) por «parthenos» (virgen). Pero «almah» significa «mujer joven», y no necesariamente virgen. La Septuaginta erró al traducir esta palabra de Isaías 7:14. Entonces, es improbable que la versión hebrea del Evangelio de Mateo, que fue escrita para que la lean los Judíos de Palestina, haya contenido este argumento basado entéramente en una traducción al Griego de la Bibia Hebraica. Mateo sabría que este argumento no podía convencer a sus lectores de lengua Hebrea, que usaban la Biblia Hebraica. Cabe resaltar que hay otros pasajes de la versión griega del Evangelio de Mateo donde se cita a la Septuaginta, tal como en Mateo 21:16, que cita el Salmo 8:3. También es cierto que en este Evangelio de Mateo en Griego, el autor cita de la versión hebraica algunas veces. Por ejemplo, en la Septuaginta, Oseas 11:1 se lee «de Egipto llamé a sus hijos» (ta teknia autou), refiriéndose a los hijos de Israel, pero la versión griega de Mateo 2:15 cita Oseas 11:1 de la versión Hebraica que dice «De Egipto llamé a mi Hijo», al igual que lo hace la versión de Mateo en Hebreo que usaban los ebionitas y nazerenos. No obstante, la presencia de porciones de la Septuaginta citadas por el Evangelio de Mateo en Griego nos dicen que ésta no pudo ser una traducción de la supuesta versión original en Hebreo, de lo contrario, ésta descartaría el uso de la Septuaginta, que era considerada una versión inferior por los Judíos de Palestina que hablaban Hebreo. Esta es una razón por la que la mayoría de los eruditos se inclinan a afirmar que el Evangelio de Mateo que conocemos, es una obra compuesta originalmente en Griego. Tal vez tenga alguna relación con la versión Hebrea que usaban los Judíos cristianos, pero no fue una traducción de ésta.

Se podría argumentar que Mateo compuso originalmente dos obras, una en Hebreo y otra en Griego. Admitiendo esta posibilidad, investiguemos si la versión que conocemos (que está en lengua griega) puede sustentar la autoría de un testigo ocular de la vida de Jesús. Ya hemos visto que Mateo 28:19, donde Jesús ordena a bautizar a todas las naciones con la fórmula trinitaria, no puede haber sido escrito por alguien contemporáneo con Jesús. Por otro lado, Mateo cuenta que después de Jesús morir sucedió lo siguiente:

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. (Mateo 27:51-53)

Este hecho es imposible, principalmente porque si los santos resucitaron y fueron a la ciudad de Jerusalén para aparecerse a «muchos», esto habría sido tan espectacular que habría eclipsado la resurrección de Jesús. Note que según Mateo los santos resucitaron antes de Jesús, y esperaron a que él resucitara para recién aparecerse a muchos en Jerusalén. Esto contradice al pensamiento de Pablo que dijo que Jesús fue «el primogénito de entre los muertos» (Colosenses 1:18), y «las primicias de los que durmieron», y fue contrario a quienes afirmaban que la resurrección de los muertos ya se había efectuado (2 Timoteo 2:18). También es increíble que solo el Evangelio de Mateo mencione un hecho de tal impacto, y que los otros tres evangelistas lo hayan omitido. Sobre esto, el erudito y sacerdote católico Raymond E. Brown dijo:

«Un fenómeno a tan gran escala habría dejado algunas huellas en la historia tanto Judía como secular» (Raymond E. Brown, “Eschatological events Accompanying the Death of Jesus, Especially the Raising of the Holy ones from Their Tombs (Matt 27:51-53))

Pero los testigos de Jehová, en su afán de mostrar que la Biblia no puede equivocarse, han distorsionado el texto giego de Mateo 27:53 añadiendo palabras convenientes en su traducción, llamada Traducción del Nuevo Mundo:

Y las tumbas conmemorativas se abrieron y muchos cuerpos de los santos que se habían dormido fueron levantados 53 (y algunas personas, saliendo de entre las tumbas conmemorativas después que él fue levantado, entraron en la ciudad santa)*, y se hicieron visibles a mucha gente. (Mateo 27:52-53; Traducción del Nuevo Mundo, publicada por la Sociedad Watchtower)

El asterisco nos conduce a la siguiente nota: O: “ellos”, no con referencia a los “cuerpos”.

Hemos resaltado en rojo lo que no aparece en el texto griego, y que fue  añadido por la Traducción de los testigos de Jehová interpretativamente. Entonces, a través de su traducción ellos nos quieren decir que las personas que entraron a Jerusalén no fueron aquellos cuerpos de los santos que se salieron de las tumbas. Esto porque la traducción añade convenientemente la frase «algunas personas», de lo contrario, si se traduce literalmente, es obvio que los cuerpos que se levantaron de las tumbas, son los mismos que entraron a Jerusalén. Pero leamos dos publicaciones donde los testigos de Jehová explican esto:

‘Se abrieron tumbas’ cuando Jesús murió. El texto de Mateo 27:52, 53 referente a “las tumbas conmemorativas [que] se abrieron” como resultado de un terremoto que ocurrió cuando Jesús murió ha causado bastante polémica, y hay quien afirma que tuvo lugar una resurrección. Sin embargo, cuando se comparan esas palabras con los textos referentes a la resurrección, se hace patente que estos versículos no hablan de una resurrección, sino simplemente de que los cuerpos fueron arrojados fuera de sus tumbas, un incidente similar a otros que han ocurrido en tiempos más recientes, como en Ecuador en 1949 y en Sonsón (Colombia) en 1962, cuando un violento temblor de tierra arrojó 200 cadáveres del cementerio fuera de sus tumbas. (El Tiempo, Bogotá [Colombia], 31 de julio de 1962.) (Perspicacia, volumen 2, Tumba Conmemorativa, páginas 1165-1166)

Epifanio y otros de los primeros padres de la Iglesia enseñaron que los santos literalmente volvieron a la vida y fueron al cielo con el resucitado Jesús. Agustín, Teofilacto y Zigabeno creían que estos muertos habían recibido una resurrección temporal, pero después habían regresado a sus tumbas. Sin embargo, esta última opinión “no recibió extenso reconocimiento”, comenta el erudito Erich Fascher. Al verter Mateo 27:52,53, muchas traducciones modernas de la Biblia dan a entender que hubo una resurrección. No hace eso la Traducción del Nuevo Mundo, que describe los efectos de un terremoto. ¿Por qué? En primer lugar, prescindiendo de quiénes fueran “los santos”, Mateo no dijo que ellos habían sido levantados. Dijo que sus cuerpos, o cadáveres, fueron levantados. En segundo lugar, no dijo que estos cuerpos hubieran vuelto a vivir. Dijo que fueron levantados, y el verbo griego e‧guéi‧ro, que significa “levantar”, no siempre se refiere a una resurrección. Entre otras cosas, también puede significar “sacar” de un hoyo o “levantarse” del suelo. (Mateo 12:11; 17:7; Lucas 1:69.) La conmoción que ocurrió al morir Jesús abrió tumbas y echó fuera de ellas cadáveres. Hay informes del siglo II E.C. por el escritor griego Aelius Aristides, y hasta informes más recientes, como el de 1962 procedente de Sonsón en Colombia, de sucesos de esa índole durante terremotos. Este punto de vista sobre lo que aconteció está en armonía con las enseñanzas bíblicas: … en el capítulo 15 de 1 Corintios el apóstol Pablo da prueba convincente de la resurrección, pero no menciona en absoluto lo que dice Mateo 27:52,53. Los demás escritores bíblicos tampoco lo hacen. (Hechos 2:32,*34.) Los cadáveres que fueron levantados al morir Jesús no podrían haber vuelto a vivir como creía Epifanio, porque al tercer día Jesús llegó a ser “el primogénito de entre los muertos”. (Colosenses 1:18.) Los cristianos ungidos, llamados también “santos”, recibieron la promesa de participar en la primera resurrección durante la presencia de Cristo, no en el primer siglo. (1*Tesalonicenses 3:13; 4:14-17.)
A la mayoría de los comentaristas bíblicos se les hace difícil explicar el versículo 53, aunque varios dan a entender que el versículo 52 se refiere a tumbas abiertas por un terremoto y a la exposición de cadáveres recién enterrados. Por ejemplo, el erudito alemán Theobald Daechsel presenta la siguiente traducción: “Y tumbas se abrieron, y muchos cadáveres de santos en reposo fueron levantados”. ¿Quiénes fueron los que “entraron en la ciudad santa” bastante tiempo después, a saber, después que Jesús había sido resucitado? Como ya se mencionó, los cuerpos expuestos permanecieron sin vida, así que Mateo tiene que estarse refiriendo a personas que visitaron las tumbas y llevaron noticias a Jerusalén de lo que había sucedido. Por eso, la versión que presenta la Traducción del Nuevo Mundo profundiza el entendimiento bíblico y no confunde a los lectores respecto a la resurrección. (La Atalaya, 1 de Setiembre de 1990, «Muchos cuerpos de los santos fueron levantados»)

Esto es un claro ejemplo de cómo torcer un texto griego que es incómodo para que armonize con otros pasajes bíblicos. Si el texto griego confunde a los lectores respecto a la resurrección, la culpa es del autor, y no es correcto que una traducción quiera tapar el sol con un dedo. La verdad es que la lectura natural muestra que los cuerpos que se levantaron entraron a Jerusalén para ser vistos, y es por eso que los nativos en lengua Griega, tales como los Padres de la Iglesia, entendieron así el texto. Esto revela que esta versión de Mateo no pudo haber sido escrita cuando vivían contemporáneos a la muerte de Jesús, ya que hubieran desmentido este relato. Esto se escribió no habrían personas que podrían refutar estos hechos.

El Evangelio de Mateo contiene otros ejemplos que muestran que su autor no solo no pudo conocer a Jesús, sino que no tuvo la intención de relatar hechos históricos. Sin embargo, dejaremos estos detalles para otro artículo, y a continuación seguiremos mostrando a través de otros libros del Nuevo Testamento, cómo los testigos de Jehová dependen de la Tradición que ellos conndenan.

La Epístola a los Hebreos

La carta a los Hebreos es un documento canónico que los testigos de Jehová aceptan como escrito por el apóstol Pablo:

En la carta a los Hebreos, dirigida a los cristianos de Jerusalén, Pablo los felicitó por haber perseverado fielmente a lo largo de los años, aun en tiempos de persecución. (La Atalaya, 15 de Abril del 2010, «¿Seguimos plenamente a Cristo?», párrafo 5)

La carta a los Hebreos suele atribuirse al apóstol Pablo; en este sentido se expresaron algunos escritores del siglo I E.C. El Papiro de Chester Beatty núm. 2 (P46) (de aproximadamente 200 E.C.) contiene la carta a los Hebreos entre nueve de las cartas de Pablo, y se la menciona entre las “catorce cartas de Pablo el apóstol” en “El canon de Atanasio”, del siglo IV E.C. El escritor de Hebreos no menciona su nombre en la carta; en cualquier caso, aunque todas las demás cartas de Pablo lo llevan, el que no figure en esta no lo descarta como escritor. El contenido de la carta señala fehacientemente a Pablo como su escritor y a Italia —probablemente Roma—, como el lugar donde la escribió. (Heb 13:24.) (Perspicacia, volumen 1, Hebreos, carta a los, 1109-1112)

Tal como los testigos de Jehová reconocen, en ningún lugar de la carta se menciona el nombre de Pablo. Pero los testigos de Jehová insisten en que fue Pablo quien la escribió e inclusive le dan peso al «El canon de Atanasio», quien fue un protagonista en el Concilio de Nicea, y era quien principalmente estaba a favor de decir que Jesús es igual a Dios, algo que horroriza a los testigos de Jehová. Pero volviendo al argumento a favor de la autoría de Pablo en la carta a los Hebreos, cabe mencionar que los tesigos de Jehová no citan las opiniones en contra. Por ejemplo, en el fragmento muratoriano (del siglo II), no aparece la carta a los Hebreos como obra de Pablo:

En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar [escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas [prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del orden de las escrituras y también insistiendo que Cristo fuese el tema central de éstas. Nos es necesario dar un informe bien argumentado de todos éstos ya que el bendito apóstol Pablo mismo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe a siete iglesias en el siguiente orden: primero a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar a los Filipenses, en cuarto lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas, en sexto lugar a los Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos. Sin embargo, aunque [el mensaje] se repita a los Corinitios y los Tesalonicenses para su reprobación, se reconoce a una iglesia como difundida a través del mundo entero. Porque también Juan, aunque escribe a siete iglesias en el Apocalipsis, sin embargo escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a Tito, dos a Timoteo, en amor y afecto; pero han sido santificadas para el honor de la iglesia católica en la regulación de la disciplina eclesiástica. (Fragmento Muratoriano)

Eusebio de Cesarea (siglo IV) citó a Orígenes de Alejandría (siglo III) en un comentario sobre la autoría de la carta a los Hebreos:

Si doy mi opinión, debería decir que los pensamientos son del apóstol, pero el estilo y la composición pertenecen a alguien que recordó las enseñanzas del apóstol y escribió en su tiempo libre lo que había sido dicho por su maestro. Por consiguiente, si alguna iglesia afirma que esta carta es de Pablo, que sea encomiado por eso. Porque no es sin razón que hombres del pasado han afirmado que es de Pablo. Pero quién la escribió, solo Dios sabe. Inclusive, el relato que nos ha llegado, es que algunos dicen que Clemente, el obispo de Roma, la escribió, y otros dicen que fue Lucas, quien escribió el Evangelio y los Hechos. (Historia Eclesiástica 6.25.11-14)

Por consiguiente, el criterio por el cual los testigos de Jehová afirman categóricamente que la carta es de Pablo, es púramente subjetivo, ya que la Tradición estaba dividida en este asunto.

El Apocalipsis de Juan

Los testigos de Jehová afirman en su enciclopedia que fue el apóstol Juan quien escribió el Libro de Apocalipsis:

El apóstol Juan se identifica a sí mismo como el escritor del libro y dice que lo escribió desde la isla de Patmos, donde se hallaba exiliado por predicar la Palabra de Dios y dar testimonio de Jesucristo. (Rev 1:1, 9.) Posiblemente se compuso alrededor del año 96 E.C. (Perspicacia, volumen 2, «Revelación a Juan, Una», páginas 843-847)

Aunque en el libro de Apocalipsis se menciona que su autor es de nombre Juan, no dice en ningún lugar que sea el apóstol, osea, uno de los Doce. Si el libro de Apocalipsis no dice a cuál Juan se refiere, cómo es que los testigos de Jehová afirman que fue el apóstol Juan? Ellos necesitan de la Tradición eclesiástica. Por ejemplo, Ireneo, a finales del siglo II, dice que Papías de Hierápolis fue «un oyente de Juan y un compañero de Policarpo», como refiriéndose al apóstol Juan. No obstante Eusebio de Cesarea, refutando a Ireneo, escribió lo siguiente:

Pero Papías en ningún modo explica que él fuera oyente ni testigo ocular de los santos apóstoles, sino que enseña que acogió los asuntos de la fe de manos de los que lo conocieron;….. Merece la pena indicar que [Papías] menciona dos veces el nombre de Juan. El primero lo adjunta a la lista de Pedro, de Jacobo, de Mateo y de los restantes apóstoles (claramente refiriéndose al evangelista); el segundo, una vez concluido el discurso, lo pone junto con otros, separado de los apóstoles y precedido por Aristión, llamándole más claramente anciano. De este modo queda demostrada la veracidad del relato de los que afirman que hubo varones con este mismo nombre en Asia, y en Éfeso dos tumbas que todavía ahora ambos dicen que son de Juan. Es preciso detenerse en esos detalles porque seguramente el segundo, si no se quiere primero, fue quien vio la revelación que lleva el nombre de Juan. (Historia Eclesiástica, libro 3)

Es verdad que  el Apocalipsis mismo  afirma que lo que escribió Juan, pero hubo más de un cristiano destacado que se llamaba Juan, entonces no podemos afirmar con seguridad que se trataba del que era uno de los Doce escogidos por Jesús. Otra de las razones es que si el Cuarto Evangelio es atribuido al apóstol Juan, entonces Apocalipsis no podría haber sido también su obra, porque el estilo del lenguaje del libro Apocalipsis es muy diferente al del Cuarto Evangelio. Dionisio de Alejandría es citado por Eusebio con las siguientes palabras:

Algunos antes de nosotros han apartado y rechazado el libro totalmente………No voy a contradecir que él se llama Juan y que el libro es de Juan. Porque inclusive estoy de acuerdo que es obra de un hombre santo e inspirado por Dios. Pero no podría concordar fácilmente que éste fue el apóstol, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, de quien es el Evangelio y la carta católica. Porque yo juzgo por el caracter de ambos, y las formas de expresión, que no es de él. Porque el evangelista en ningún lugar menciona su nombre, o se proclama a él mismo, ni en el Evangelio, ni en la Carta. (Historia Eclesiástica, libro 7)

En cuanto a la fecha de composición hay también opiniones dividias. Por ejemplo, Ireneo dice

«esta visión ha tenido lugar casi en nuestro tiempo, hacia el final del imperio de Domiciano» (Contra lo Herejes, libro V,cap.30)

Esto fecharía al libro de Apocalipsis por el año 96 d.C. Sin embargo, Epifanio en el siglo IV dice que fue compuesto durante el reinado de Nerón (54-68 d.C.).

Finalmente, en el siglo IV, Eusebio de Cesarea dice que el Apocalipsis de Juan era:

«rechazado por algunos y considerado entre los reconocidos por otros» (Historia Eclesiástica, libro 3, cap.XXV).

El libro no fue aceptado por todas las iglesias. Fue finalmente la Iglesia Católica quien decidió incluirlo en el canon.

La Segunda Carta de Pedro y la Segunda Carta a los Tesalonicenses

La segunda carta adjudicada al apóstol Pedro tiene también dudoso origen, e inclusive, demoró más de tres siglos en ser aceptada por todas las Iglesias. Por ejemplo, esta carta no fue citada en el siglo II, el fragmento de muratoriano del siglo II tampoco la menciona (así como también la primera carta adjudicada a Pedro).
Eusebio de Cesarea, historiador cristiano del siglo IV comentó sobre las cartas de Pedro lo siguiente:

«De Pedro sólo se reconoce como auténtica una carta, la llamada primera… Por el contrario, la llamada segunda carta hemos sabido que no es testamentaria. Sin embargo, como a muchos les parece útil, ha sido estudiada junto con las otras Escrituras» (Hist. Ecc. III, 3,1; cf III, 25,3; se coloca la 2Pe entre los escritos antilegómenoi).

Del propio Eusebio sabemos que Orígenes, teólogo cristiano del siglo III, menciona que la autenticidad de la carta era disputada:

«Y Pedro….ha dejado una carta reconocida; y posíblemente una segunda también, pero ésta es disputada» (Hist. Ecc. 6.25.8)

Jerónimo,  cristiano erudito que vivió a finales del siglo IV y principios del siglo V, que hemos citado anteriormente, dice algo parecido:

«Pedro escribió dos cartas que se llaman católicas; la segunda de ellas es desechada por la mayor parte debido a su diferencia de estilo con la primera» (De Vir. ill. I).

Algunos defienden la autenticidad de la segunda carta alegando que su diferencia de estilo con la primera se debe a que Pedro usó diferentes secretarios. Pero hay detalles en la carta que no parecen haber sido escritas por Pedro. El padre Raymond E. Brown se refiere a este problema así:

Una comparación de 1P con 2P muestra que no fue el mismo autor el que compuso estas obras, como notó ya Jerónimo en el siglo IV. Por ejemplo, hay citas del AT en 1P, pero no en 2P; el 60 por ciento del vocabulario, más o menos, de 2P no se encuentra en 1P; el estilo de 2P es más solemne, incluso pomposo y elaborado, y la disposición mental sobre cuestiones como la segunda venida es totalmente diferente. Esto, más otros factores de los que hablaremos cuando tratemos de la fecha, dejan claro que 2P es pseudónima, escrita presumiblemente por alguien que estaba dentro de la tradición petrina. En verdad, la pseudonimia de 2P parece más cierta que la de ninguna otra obra del NT. (Introducción al Nuevo Testamento, cartas y otros escritos, página 986)

Sabemos que Pedro murió en Roma entre los años 65-66 d.C. En esa época, la mayoría de los cristianos creían que la segunda venida de Jesús y los acontecimientos que le precederían, eran inminentes, ya que Jesús, según los evangelios, había dicho que esto sucedería antes que pasara su generación. Por ejemplo, en la carta de Santiago (que se cree que es el hermano de Jesús), dice cláramente que la segunda venida de Jesús estaba muy cerca:

7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. (Santiago 5:7-8)

El apóstol Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses siente que él estaría vivo cuando Cristo volviera:

14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (1 Tesalonicenses 4:14-17)

También lo manifestó en su carta a los romanos:

Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. (Romanos 13:11-12)

Y este era el mismo sentimiento de la Primera Carta de Pedro:

«El fin de todas las cosas se ha acercado….» (1 Pedro 4:7)

No obstante, en la Segunda Carta de Pedro ya se evidencia un espíritu de impaciencia por la demora de la segunda venida:

3 Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, 2 para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; 3 sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, 4 y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. 5 Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7 pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. 8 Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:3-9)

Esto prueba que la Segunda Carta sería de un tiempo en el que la generación de Jesús estaría extinta o por extinguirse, y por eso muchos se estarían burlando del fiasco profético. Sino pregúntese, ¿qué sentido tendría decir que un día es como mil años, si Jesús fue claro al decir que no pasaría su generación antes de el regresar?. Si la carta pretende haber sido escrita poco antes de Pedro morir (2 Pedro 1:14), lo cual habría sido antes del año 70 d.C, entonces  la generación de Jesús aún estaba viva. Una generación se extingue a los 60  o 70 años. Esto indica que es muy probable que la segunda carta de Pedro haya sido escrita a fines del siglo I, o después, cuando comenzaron a dudar de la realización de la Segunda Venida de Cristo .  Existen más elementos que pueden añadir para ésta conclusión. Por ejemplo, en 2 Pedro 1:14,  Pedro alude a una profecía sobre su muerte que solo aparece en el epílogo del Cuarto Evangelio (Juan 21:18-19) que fue escrito a fines del siglo I. Pero se entiende que este epílogo (Todo el capítulo 21) es una añadidura  que no pertenece a la obra original, y es muy probable que Pedro no conociera tal profecía porque fue un invento posterior para justificar su muerte violenta.

La Segunda Carta de Pedro se basa en varios pasajes de la Carta de Judas, 1:5 en Judas 3; 1:12 en Judas 5; 2:1 en Judas 4; 2:4 en Judas 6; 2:5 en Judas 5; 2:6 en Judas 7; 2:10-11 en Judas 8-9; 2:12 en Judas 10; 2:13-17 en Judas 11-13; 2:18 en Judas 16; 3:2 en Judas 17; 3:3 en Judas 18; 3:14 en Judas 24; y 3:18 en Judas 25. Se entiende que la Carta de Judas fue escrita después del período apostólico (lea Judas 17-18), y si Segunda de Pedro se basó en ésta, entonces, no puede haber sido escrita por Pedro. Pero los testigos de Jehová argumentan lo siguiente:

Los paralelos entre 2 Pedro (2:4-18; 3:3) y Judas (5-13, 17, 18) indican que el discípulo Judas aceptó la segunda carta de Pedro como inspirada. (Persipacia, volumen 2, Pedro, Cartas de, páginas 625-628)

Quienes argumentan que fue Judas quien se basó en Segunda de Pedro, tendrán que luchar con la opinión de la mayoría de los eruditos, que debido a argumentos estilísticos, concluyen que Judas tuvo que ser la fuente de Segunda de Pedro y no lo contrario. Por ejemplo, la Carta de Judas ha citado porciones del libro 1 de Enoc, mientras que las mismas referencias de Segunda de Pedro a éste libro son indirectas, lo cual hace más probable que el autor de Segunda de Pedro haya editado el material de Judas. Lo contrario   será menos probable porque fue la misma tradición de los primeros siglos la que cuestionó la autenticidad de la Segunda Carta de Pedro. Las obras falsas que se adjudicaban la autoría de  Pedro no eran incomunes en aquella época, tales como el «Evangelio de Pedro» y «el Apocalipsis de Pedro», entonces la Segunda Carta de Pedro no fue la excepción.

Sobre la Segunda Carta a los Tesalonicenses, que pretende ser del Apóstol Pablo, podemos decir que  contradice a la Primera Carta a los Tesalonicenses. Y ésto es también debido al asunto de la inminente venida de Jesús:

1 Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2 que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. (2 Tesalonicenses 2:1-2)

Hemos visto que, no solo Pablo creía que sus contemporáneos cristianos sobrevivirían al fin de este mundo por la inminente venida de Cristo, sino que la carta de Santiago y la Primera carta de Pedro también lo manifestaban. Entonces, quien escribió la Segunda Carta a los Tesalonicenses estaba aparentemente tratando de  corregirla  lo dicho en la primera, y lo más sorprendente es que advierte que no se dejen persuadir por una carta de falsa autoría. Porque cómo es posible que la Primera Carta de Pedro, la Carta de Santiago, y la Primera Carta a los Tesalonicenses proclamen la inminencia del regreso de Jesús y ésta carta lo niegue. Además,  un análisis de la estructura de la carta sugiere que fue escrita por  alguien que quiso copiar el formato de la Primera. Sobre este punto, Raymond E. Brown comenta:

La semejanza en el formato entre ambas cartas es soprendente, en verdad mayor que entre cualquier otra carta auténtica de Pablo:las mismas fórmulas introductorias; la doble acción de gracias (lo que en una carta paulina es algo peculiar), e 1Ts 1,2;2,13 y en 2 Ts 1,3; 2,13; una bencidión en 1Ts 3,11-13 y 2 Ts 2,16-17 que pide a Dios Padre y al Señor Jesucristo que fortalezca los corazones de los tesalonicenses; también el último versículo final. (Incluso más allá del mero formato, 2Ts 3,8 repite casi al pie de la letra 1 Ts 2,9 sobre el trabajo de Pablo noche y día) ¿Por qué iba Pablo a copiarse a sí mismo de este modo casi mecánico?………Además, la frase «Este saludo es de mi propia mano, Pablo; ésta es mi señal en cada carta»(2 Ts 3,17) es muy personal. Ciertamente la primera parte de esta frase favorece la autenticidad. (Si 2 Ts es pseudónima, y si debemos evitar hablar de falsificación, el escritor está insistiendo en la autenticidad del mensaje, no en la escritura física.) Por otro lado, la segunda parte de la frase puede favorecer la pseudonimia, ya que la expresión «cada carta» sería más inteligible si es que había ya una tradición de que Pablo había escrito muchas cartas y no solo 1Ts (la cual es, en cuanto sabemos, la única misiva anterior a 2Ts si Pablo compuso esta última)(Introducción al Nuevo Testamento, cartas y otros escritos, página 986)

El padre Brown no se decide ni a favor, ni en contra de autenticidad de la carta. Pablo murió por el año 65 d.C., y en Segunda de Tesalonicenses se menciona que «el hombre de la iniquidad» se sienta en el templo de Dios (2 Tesalonicenses 2:4), lo que favorecería una fecha anterior a la destrucción del templo del año 70 d.C., aunque el templo pudo ser considerado por el autor paulino como simbólico (1 Cor. 6:19). Pero lo que evidencia el que suplantó a Pablo en Segunda a los Tesalonicenses es que era muy común escribir cartas falsas en nombre de alguna autoridad eclesiástica para persuadir a sus lectores. De hecho el fragmento muratoriano reconoce que en el siglo II circulaban cartas falsas en el nombre de Pablo:

Se dice que existe otra carta en nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambas] falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se mezcle con la miel. (fragmento muratoriano)

No habría porqué dudar que se hayan falsificado también cartas de Pablo por parte de cristianos «ortodoxos».

Conclusión

Después de algunos siglos de discusiones, la Iglesia estableció el canon del Nuevo Testamento, que se compone de 27 libros. No fue el Espíritu Santo que ayudó en la decisión final, ya que hemos mostrado que hay libros , no solo de dudoso origen y autoría, sino  falsificaciones en nombre de algún apóstol. Contradictoriamente, los testigos de Jehová se apoyan en un canon que fue el producto de decisiones humanas falibles.

Deja un comentario