El amor irracional que demanda Jehová: un útil instrumento del jehovismo

La Biblia, y principalmente el Antiguo Testamento, es un instrumento peligroso en manos de sectas fundamentalistas como la de los Testigos de Jehová. Éstos promueven hasta el sacrificio de la vida de sus miembros en pro de la obediencia a Jehová, que no es más que un instrumento que usan los líderes jehovistas para someter a sus adeptos. Un ejemplo concreto son los miles de testigos que mueren anualmente por evitar una transfusión de sangre debido a la norma que su organización les impone. La revista Despertad, publicada por los Testigos de Jehová, en su edición del 22 de Mayo de 1994, presentó en su carátula la foto de niños que la secta entrenó para rechazar transfusiones de sangre. Note que la carátula se titula «Jóvenes que pusieron a Dios en primer lugar».  Por supuesto, los niños murieron:

deadkids

Los líderes de los testigos de Jehová mantienen un constante lavado cerebral para que sus miembros no cuestionen ninguna norma impuesta. Cualquier cambio de interpretación bíblica debe ser aceptado sin discusión, ya que se les hace creer que cuestionar a éstos líderes equivale a cuestionar a Jehová. Leamos lo que dice un artículo de la revista La Atalaya del año 2008:

14 Otra forma de demostrar que somos íntegros es no criticando los cambios que tienen lugar en nuestra organización. Tengamos presente que cuando somos leales a la organización, también lo somos a Jehová. Él está bendiciendo a su pueblo hoy más que nunca, y la adoración pura se encuentra en la posición más encumbrada de la historia (Isa. 2:2-4). Cuando se da una nueva explicación de algún pasaje bíblico o cuando hay cambios de organización, hacemos bien en aceptarlos. En realidad es maravilloso ver cómo aumenta día a día la luz espiritual (Pro. 4:18). Por eso, si nos cuesta trabajo ver por qué se ha realizado algún cambio, pidámosle a Jehová que nos ayude a aceptarlo, y mientras tanto sigamos siendo obedientes y actuando con lealtad. (La Atalaya, 15 de Diciembre de 2008, artículo «¿Será usted íntegro pase lo que pase?», párrafo 14)

De esta manera, los líderes jehovistas se atribuyen autoridad divina, y pueden hacer cualquier cosa sin ser cuestionados por sus súbditos. A los testigos de Jehová se les induce a creer que la obediencia ciega e irracional a la cúpula gobernante les salvará la vida de un  futuro atacante a quien consideran un antitipo del «asirio» que atacó al Israel de la antiguedad:

Cuando el enemigo “asirio” ataque, la organización de Jehová nos dirá qué hacer. Todos deberemos obedecer sus instrucciones, aunque nos parezcan extrañas, ilógicas o no estemos de acuerdo con ellas. Solo nos salvaremos si las obedecemos.(La Atalaya, versión en lenguaje sencillo, 15/11/2013, artículo: «¿Quiénes son hoy los siete pastores y ocho adalides?», párrafo 17)

Para la lideranza jehovista es necesario que la Biblia proporcione ejemplos de obediencia y lealtad  absurda. Pero, ¿qué ejemplos usan los testigos para imponer obediencia ciega?. En el Antiguo Testamento hay algunos. Éstos ejemplos preparan  al miembro de la secta para hacer cualquier tarea irracional  por amor a Jehová, incluso sacrificar la propia vida o la de un hijo. Por ejemplo, en el capítulo 22 del libro de Génesis, Jehová le pide a Abraham que mate a su hijo:

1. Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: «¡Abraham, Abraham!» El respondió: «Heme aquí.»

2. Díjole: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.»

3. Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios.

4. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos.

5. Entonces dijo Abraham a sus mozos: «Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros.»

6. Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos.

7. Dijo Isaac a su padre Abraham: «¡Padre!» Respondió: «¿qué hay, hijo?» – «Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?»

8. Dijo Abraham: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y siguieron andando los dos juntos.

9. Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó allí Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña.

10. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.

11. Entonces le llamó el Angel de Yahveh desde los cielos diciendo: ¡Abraham, Abraham!» El dijo: «Heme aquí.»

12. Dijo el Angel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.»

13. Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.

14. Abraham llamó a aquel lugar «Yahveh provee», de donde se dice hoy en día: «En el monte «Yahveh provee»»

15. El Angel de Yahveh llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos,

16. y dijo: «Por mí mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu único,

17. yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos.

18. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.»

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Sobre éste relato, el libro «¿Dónde Está Dios?», de Bart Ehrman, comenta lo siguiente en la página 172:

Todo ha sido una prueba, una prueba horrible, para determinar si Abraham es capaz de hacer lo que Dios le pida, aunque ello signifique sacrificar a su propio hijo, el hijo que Dios le había prometido que con­vertiría en el padre de una gran nación. La enseñanza de la historia, al igual que en la historia de Job, es que ser fiel a Dios es lo más importante en la vida: más importante incluso que la vida misma. Lo que Dios mande ha de hacerse, sin importar cuán contrario pueda ser a su natu­raleza (¿es o no es un Dios de amor?), a su Ley (¿está en contra del ase­sinato, o el sacrificio, de seres humanos o no?) o, incluso, a todo senti­do de la decencia humana. Desde la época de Abraham han existido muchas personas que han acabado con la vida de inocentes con el argu­mento de que Dios les ordenó hacerlo. ¿Qué se hace en la actualidad con gente así? Se la encierra en prisión o, en ciertos estados, se la ejecuta. ¿Y qué hacemos con Abraham? Decimos que era un siervo de Dios, bueno y fiel. Ésta, confieso, es una concepción del sufrimiento que no deja de desconcertarme.

El libro de Job también contiene una teología que pretende motivar al lector a aceptar cualquier aberración de Dios. Para comenzar un análisis del libro de Job es importante leer los siguientes versículos del capítulo 1:

6. El día que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán.

7. Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.»

8. Y Yahveh dijo al Satán: «¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal!»

9. Respondió el Satán a Yahveh: «Es que Job teme a Dios de balde?

10. ¿No has levantado tú una valla en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Has bendecido la obra de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país.

11. Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te maldice a la cara!»

12. Dijo Yahveh al Satán: «Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tu mano en él.» Y el Satán salió de la presencia de Yahveh.

13. El día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa del hermano mayor,

14. vino un mensajero donde Job y le dijo: «Tus bueyes estaban arando y las asnas pastando cerca de ellos;

15. de pronto irrumpieron los sabeos y se los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

16. Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Cayó del cielo el fuego de Dios, que quemó las ovejas y pastores hasta consumirlos. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

17. Aún estaba hablando éste, cuando llegó otro que dijo: «Los caldeos, divididos en tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos, se los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

18. Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor.

19. De pronto sopló un fuerte viento del lado del desierto y sacudió las cuatro esquinas de la casa; y ésta se desplomó sobre los jóvenes, que perecieron. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

20. Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rapó la cabeza, y postrado en tierra,

21. dijo: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahveh!»

22. En todo esto no pecó Job, ni profirió la menor insensatez contra Dios.

Y los siguientes del capítulo 2:

1. El día en que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán.

2. Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.»

3. Y Yahveh dijo al Satán: «¿Te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra: es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal! Aún persevera en su entereza, y bien sin razón me has incitado contra él para perderle.»

4. Respondió el Satán a Yahveh: «¡Piel por piel! ¡Todo lo que el hombre posee lo da por su vida!

5. Pero extiende tu mano y toca sus huesos y su carne; ¡verás si no te maldice a la cara!»

6. Y Yahveh dijo al Satán: «Ahí le tienes en tus manos; pero respeta su vida.»

7. El Satán salió de la presencia de Yahveh, e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.

8. Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a sentarse entre la basura.

9. Entonces su mujer le dijo: «¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!»

10. Pero él le dijo: «Hablas como una estúpida cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?» En todo esto no pecó Job con sus labios.

job

Después, unos amigos intentan consolar a Job, y Job pide una audiencia divina, él quiere que Dios (Sadday: el Todopoderoso) lo escuche:

¡Oh! ¿quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra: ¡respóndame Sadday! ……(Job 31:35)

Después, Dios se presenta en una tormenta y le dice:

1. Yahveh repondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:

2. ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido?

3. Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me instruirás.

4. Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad.

 (Job 38:1-4)

Dios no explica a Job porqué sufre. Sencillamente afirma que él es el Todopoderoso y que, como tal, nadie puede cuestionarle. Al igual que los líderes de los testigos de Jehová hacen con sus doctrinas: éstas son incuestionables y no requieren una explicación razonable.  De lo leído, es también importante destacar que la teología judía antigua pensaba que Dios era el causante, tanto del Bien, como del Mal.

yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy Yahveh, el que hago todo esto. (Isaías 45:7, Biblia de Jerusalén)

Entonces, no era Satan, El Adversario, el principal causante del dolor humano, sino que la fuente del bien y del mal era Jehová (o Yahveh) mismo. El concepto de que Satan es quien causa el mal en el hombre pertenece a una teología posterior, que no es compartida por el judaísmo moderno. El Judaismo afirma que Satán es un ángel sujeto a Dios para servirle. Ésto lo  hemos leído en el libro de Job, aunque los Testigos de Jehová tienen otra interpretación. Por ejemplo, la revista La Atalaya del 15 de Abril de 2009, en su artículo «Job puso en alto el nombre de Jehová» nos dice en el párrafo 1:

MOISÉS tenía unos 40 años de edad cuando tuvo que huir de la cólera del faraón de Egipto e irse a vivir a Madián (Hech. 7:23). Parece que durante el tiempo que estuvo allí se enteró de las aflicciones de Job, quien vivía en la cercana tierra de Uz. Años más tarde, cuando los israelitas estaban terminando su viaje por el desierto, pasaron cerca de aquella tierra. Es probable que allí Moisés se enterara de lo que le sucedió a Job en la parte final de su vida. De acuerdo con la tradición judía, Moisés escribió el libro de Job después de la muerte del patriarca.

Note que ésto es mera especulación, ya que aquí los testigos de Jehová admiten que Moisés es considerado como el autor del libro de Job debido a la tradición judía. Pero ésta misma tradición lo considera autor del Pentateuco (los cinco primeros libros bíblicos) y hoy se sabe que ésto es falso, tal como lo hemos mostrado en un artículo de ésta paǵina web. Pero continuemos leyendo lo que nos dice el párrafo 2 del artículo de la Atalaya:

2 El libro de Job es muy fortalecedor para los siervos de Dios de hoy día. ¿Por qué? Porque habla de sucesos trascendentales que tuvieron lugar en el cielo y que destacan la importantísima cuestión de la soberanía universal. Nos ayuda a entender mejor lo que significa ser íntegro, así como las razones por las que a veces Jehová permite que sufran sus siervos. Además, identifica a Satanás como el principal enemigo de Jehová y del hombre, y nos enseña que los seres humanos imperfectos pueden ser leales a Dios en medio de las peores pruebas, tal como Job. Veamos algunos de los sucesos que se mencionan en ese libro.

Note que los testigos de Jehová culpan a Satanás de todo. Sin embargo, Bart Erhman, en su libro «¿Dónde Está Dios?» (God’s Problem, según la edición original en Inglés),  nos brinda un comentario iluminativo sobre este asunto (ver páginas 170-171):

Por un lado, muchos lectores han considerado a lo largo de los siglos que Dios no está implicado en el sufrimiento de Job; a fin de cuentas, es el Satán quien causa sus padecimientos. Sin embargo, una lectura más atenta del texto demuestra que la cuestión no es tan sencilla. Es precisamente Dios quien autoriza al Satán a hacer lo que hace; el Satán no pue­de hacer nada sin que el Señor se lo diga. Además, en un par de lugares el texto indica que Dios es en última instancia el responsable de lo que le ocurre a Job. Después de que Job ha recibido la primera ronda de males, Dios dice al Satán que él «aún persevera en su entereza, y bien sin razón me has incitado contra él para perderle» (Job 2:3). Aquí el responsable de que Job sufra siendo inocente es Dios, que actúa instiga­do por el Satán. Dios asimismo señala que Job sufre «sin razón». Esto coincide con lo que pasa al final del relato, cuando la familia de Job acude a confortarle después de que sus tribulaciones han terminado y le consuelan «por todo el infortunio que Yahveh había traído sobre él»
(Job 42:11).

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Es importante destacar aquí el hecho de que los Testigos de Jehová han traducido mal el texto arriba citado. Léamoslo en su Biblia:

«…y empezaron a comer pan con él en su casa y a condolerse de él y a consolarlo por toda la calamidad que Jehová había dejado venir sobre él…» (Job 42:11; Traducción del Nuevo Mundo)

Vemos que los traductores que elaboraron la Biblia de los Testigos de Jehová tradujeron engañosamente el verbo hebreo «bow», que significa «traer», por el verbo «permitir» o «dejar venir». Los responsables de ésta traducción sabían muy bien el significado de este verbo hebreo, ya que lo tradujeron correctamente en otro pasaje bíblico, donde Caín «trae» algunos frutos como ofrenda a Jehová:

Y al cabo de algún tiempo aconteció que Caín procedió a traer algunos frutos del suelo como ofrenda a Jehová. (Génesis 4:3, Traducción del Nuevo Mundo)

De esta manera, los traductores jehovistas no quisieron admitir el hecho de que el escritor bíblico está responsabilizando a Dios mismo por la calamidad de Job:

Si al igual que el fiel Job sufrimos alguna injusticia, debemos recordar que Jehová no tiene la culpa. Él odia la injusticia y ama la rectitud (Sal. 33:5). (La Atalaya,15/08/2013,artículo: «Nunca se enoje con Jehová», párrafo 17)

Pero ni el autor del libro de Job niega la responsabilidad de Dios sobre el dolor de Job:

 Y vinieron é él todos sus hermanos, y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y condoliéronse de él, y consoláronle de todo aquel mal que sobre él había Jehová traído; y cada uno de ellos le dió una pieza de moneda, y un zarcillo de oro. (Job 42:11; Reina Valera)

Sobre ésto, Bart Ehrman continúa su comentario:

Dios mismo es la causa de la miseria, el dolor, la angustia y los da­ños que afligieron a Job; no se puede sencillamente culpar de todo al Adversario. Y es importante recordar lo que sus padecimientos implica­ron: no se trata sólo de que perdiera sus posesiones, lo que ya es bas­tante malo, sino de los estragos causados a su cuerpo y el salvaje asesi­nato de sus diez hijos. ¿Y para qué? «Sin razón»: sólo para demostrar al Satán que Job no maldeciría a Dios aunque tuviera todo el derecho de hacerlo. ¿Y tenía derecho a hacerlo? Recuérdese: Job no hizo nada para merecer la forma en que se le trató. Como Dios mismo reconoce, él era realmente inocente; y se le sometió a semejante prueba únicamente con el propósito de ganarle una apuesta al Satán. El Dios de este relato, es obvio, es un Dios que se encuentra por encima de las normas humanas, a las que es ajeno y a las que no necesita someterse. Cualquier otro ser que privara a alguien de todas sus posesiones, le destrozara físicamente y asesinara a todos sus hijos (sólo por capricho o por tratarse de una apuesta) sería considerado merecedor del castigo más severo que la justicia pudiera imponer. Pero Dios evidentemente está por encima de la justicia y puede hacer lo que se le antoje para demostrar que tiene ra­zón.

Entonces, es claro que el escritor del libro de Job quería imponernos la idea de que Dios nos puede tratar como títeres, sometiéndonos a pruebas terribles y crueles, y que a pesar de ésto tenemos que bendecirlo. Finalmente, citaremos cómo justifican ésta atrocidad los testigos de Jehová en los párrafos 10-12, del artículo de la Atalaya:

10 Jehová es el Creador, el Soberano del universo. Él podía perfectamente pasar por alto el desafío de Satanás, pero no lo hizo. ¿Por qué? Porque sabía que había una cuestión que resolver, y que no iba a ser posible hacerlo si destruía a su enemigo o ignoraba su acusación. El Diablo aseguró que Job sería desleal si perdía todo lo que tenía; no obstante, este excepcional siervo de Dios pasó la prueba. Luego, Satanás afirmó que los seres humanos le darían la espalda a Dios si se les sometía a maltrato. Pero a pesar de sus muchos sufrimientos, Job se mantuvo íntegro. Así quedó demostrado lo falsas que eran las acusaciones lanzadas contra este hombre, que, aunque era imperfecto, fue fiel. Ahora bien, ¿qué se puede decir de los demás siervos de Dios?

11 Cuando un siervo de Dios se mantiene leal a pesar de los ataques de Satanás, demuestra que en su caso son falsas las acusaciones del implacable enemigo de Jehová. Jesús vino a la Tierra y respondió de una vez por todas al desafío del Diablo. Como era un hombre perfecto —tal como nuestro antepasado Adán—, su fidelidad hasta la muerte demostró más allá de toda duda que Satanás es un mentiroso y que sus acusaciones son falsas (Rev. 12:10).

12 Con todo, el Diablo no deja de poner a prueba a los siervos de Dios. De modo que cada uno de nosotros tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de demostrar con su lealtad que sirve a Jehová por amor, no por egoísmo. ¿Cómo vemos esa responsabilidad? ¿Verdad que la vemos como un gran honor? Por otra parte, tenemos el consuelo de saber que Jehová nos dará las fuerzas para aguantar y que, tal como en el caso de Job, les pondrá límite a las pruebas que enfrentemos (1 Cor. 10:13).

Éstos comentarios muestran un razonamiento muy simplista típico del jehovismo radical que quiere imponer una devoción ciega a un dios tribal creado por escribas judíos. Si fuera correcta la teología jehovista, un padre tendría que someter a golpes y torturas a su hijo para probar si no lo maldice. Es ridículo pensar que un hijo bendecirá a su padre después que sepa que él ha permitido que otro lo someta a una prueba de torturas y humillaciones. Por último, sobre el límite que Jehová le pondrá a las pruebas que enfrentemos, tendríamos que decir que éste límite es la muerte, y basta mencionar algunos ejemplos, tales como las masacres en los campos de concentración de los Nazis, y los millones de crímenes que se cometen en el mundo. En nada consuela saber que la muerte será ese límite. Bart Ehrman lo manfiesta muy bien en su libro antes citado:

La parte más ofensiva del libro de Job probablemente sea su final, cuando Dios devuelve a Job todo lo que ha perdido, incluida una decena de hi­jos nuevos. Job había perdido siete hijos y tres hijas y, como recompensa a su fidelidad, Dios le otorga siete hijos y tres hijas adicionales. ¿En qué estaba pensando el autor de este relato? ¿Creía acaso que el dolor por la muerte de un hijo desaparece con el nacimiento de otro? ¿Que los hijos son prescindibles y reemplazables como un ordenador o un reproductor de DVD defectuosos? ¿Qué clase de Dios, insisto, puede hacer algo así? ¿Alguien puede creer que la muerte de seis millones de judíos en el Holocausto puede corregirse con el nacimiento de otros seis millones de judíos que los «reemplacen»? (¿Dónde está Dios?, página 174, Bart Ehrman)

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